EL RASCACIELOS DE NUEVA YORK QUE CASI SE CAE: CITIGROUP CENTER
¿Te imaginas que un rascacielos icónico de Nueva York, de esos que definen el *skyline* de la ciudad, tuviera un fallo estructural secreto que lo pusiera en peligro? ¡Pues eso es justo lo que le pasó al Citigroup Center! Prepárate para una historia fascinante de ingeniería, valentía y tornillos que casi no aguantan.
Todo comenzó a principios del siglo XX, cuando la iglesia luterana de San Pedro ocupaba un valioso terreno en Midtown Manhattan. En los años 60, la iglesia enfrentaba problemas económicos y, tras años de negociaciones, se llegó a un acuerdo. La iglesia exigió un nuevo edificio separado del bloque de apartamentos, y así, el Citi Bank encargó a Hugh Stubbins & Associates el diseño de un rascacielos, con William LeMessurier a cargo de la ingeniería.
El resultado fue una mole de 59 plantas y 279 metros de altura, terminada en 1977. Su fachada de aluminio pulido y anodizado y su cima inclinada de 45 grados lo hacían destacar. Pero lo más sorprendente era su base: cuatro pilares gigantescos de 34 metros cada uno, ubicados en el centro de cada lado en lugar de las esquinas. LeMessurier diseñó esto para permitir espacio para la iglesia debajo y dar al edificio un efecto «flotante». Increíblemente, este gigante solo pesaba 25.000 toneladas, mucho menos que otros rascacielos de la época como el Empire State Building (60.000 toneladas).
El secreto de su ligereza y estabilidad residía en su esqueleto exterior, una rejilla de marcos triangulares oculta bajo la fachada. Sin embargo, aquí es donde empieza el drama: ¡estos elementos no estaban completamente soldados, sino fijados con juntas atornilladas! Los ingenieros asumieron que esto era suficiente para vientos perpendiculares, ya que las normas municipales no exigían considerar otras ráfagas.
Además, el edificio contaba con una maravilla tecnológica para su época: un amortiguador de masa sintonizado (TMD). Imagina una esfera de hormigón de 360 toneladas incrustada en aceite. Cuando el viento movía el edificio, esta esfera oscilaba en dirección opuesta, ayudando a mantener el equilibrio. LeMessurier lo describió como la clave para «cortar el balanceo del edificio por la mitad».
Pero, a pesar de la ingeniería de vanguardia, las dudas comenzaron a surgir. Nueva York, aunque no es un estado de grandes huracanes, los sufre de vez en cuando. ¿Qué pasaría si vientos de más de 100 km/h soplaran desde diferentes direcciones?
Solo un año después de la inauguración, en 1978, LeMessurier recibió una llamada que cambiaría todo. Era Diane Hartley, una estudiante de ingeniería de Princeton que había investigado el rascacielos para su tesis. Su profesor tenía dudas sobre la fuerza del diseño, ya que las columnas de apoyo no estaban en las esquinas. Hartley hizo sus propios cálculos de carga de viento y ¡descubrió que los números de los ingenieros originales eran incorrectos! Aunque al principio LeMessurier desestimó sus preocupaciones, una segunda llamada de otro estudiante, Lee DeCarolis, del Instituto Tecnológico de Nueva Jersey, lo convenció para recalcular.
El gran problema era que las juntas no se habían soldado, sino que se habían asegurado con pernos (tornillos). Este cambio, aparentemente menor, era crítico porque el diseño del Citicorp Center era especialmente sensible a los vientos diagonales. Los cálculos de LeMessurier confirmaron sus peores temores: los tornillos no eran lo suficientemente fuertes. Ráfagas de más de 100 km/h podrían romperlos, ¡provocando un fallo estructural gravísimo!
Sin perder un segundo, LeMessurier contactó con abogados y especialistas para rectificar su error. La solución: reforzar las 200 juntas atornilladas soldando placas de acero de 5,1 cm de espesor sobre los pernos. Las obras se realizaron de noche, en secreto, mientras el edificio seguía funcionando «normalmente» durante el día. El plan de refuerzo se completó a finales de 1978, y nadie dijo nada.
No fue hasta 1995, con un artículo del New Yorker, que la verdad salió a la luz. Hoy, el Citigroup Center es seguro, pero nunca sabremos qué habría pasado sin la perspicacia de Diane Hartley, la heroína que, quizás, salvó miles de vidas. Una historia que nos recuerda la importancia de la atención al detalle y la valentía para corregir errores, incluso en las alturas.
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CRÉDITOS FOTO de PEXELS